El Corominas es el Diccionario
Etimológico de la Lengua Castellana, pero todos sabemos que tanto
el casellano como el portugués derivan de tronco común del
latín.
Por lo tanto algo de corte o
de incidental se juega en los cuentos cortos que componen este libro.
Tanto Freud, en su momento, como posteriormente Lacan,
una y otra vez nos remiten a los poetas y escritores indicándonos
de que allí hay una sabiduría fuera de lo común en lo
que respecta a la estofa humana. En el caso de Luiz-Olyntho, pienso, las
dos facetas se conjugan cuando él escribe narrativa.
Pero lo que primeramente quiero resaltar es la maestría
del escrior, no sólo como escritor - psicoanalista, que lo es, y de
esa producción a la que luego voy a referirme, tenemos amplios ejemplos
en todo su recorrido, baste como ejemplo el libro que acaba de reeditarse
intitulado De la miseria neurótica a la infelicidad común
-, sino que, más bien, quiero ahora referirme a la fineza, a sutileza
y por sobre todo a la profunda humanidade, casi diría, ternura con
que el escritor trabaja sus personajes, que lo emparejan con el ruso Antón
Chéjov, con quien el dice estar en deuda.
El cuento corto, por otra pare es un género literario
que presenta las más difíciles aristas y exige de aquél
que lo practica un singular manejo del idioma, y de todas las reglas de la
gramática. Jorge Luis Borges es quien en nuestra
época y en español, da el mejor ejemplo.
Los cuentos de Olyntho, pienso,
no le van en zaga, pero a diferencia de la... llamémosle dureza,
del argentino, de los relatos de Olyntho se desprende una como agridulce tristeza
cariñosa que nos hace amar los personajes, aún cuando juega
con las paradojas crueles de la vida al mostrar en carne viva el terrible
mundo de la senzala.
La esclavitud con todas sus consecuencias en lo cotidiano
- en las que se juega también la posibilidade del incesto - está
contada desde la subjetividade de los que la sufrían, o sea, sus víctimas,
aunque a vezes el personaje central fuera un blanco, generalmente el hijo
del hacendado, también él víctima de un pater familliae,
terrible, dueño de cuerpos y descendencia.
La sutileza, por otra parte, con que las historias -
aún las que duran un instante -, son planteadas, nos está hablando
de un saber hacer ahí con un texto, manteniendo siempre el umbral
de tensíon exacto, para que el suspenso no decaiga nunca.
Y otra cosa que quiero resaltar, también, es esa
capacidad, virtud de pocos escritores, de mover-se tan cómodamente,
aún en el relato en primera persona, dentro de la subjetividad femenina.
Nada hay ahí que parezca forzado.
Rápidamente se me dirá
que esporque en él se conjuga la doble cualidad de escritor y psicoanalista,
y más rápidamente contestaré que semejante respuesta
sería simplificar demasiado las cosas, sino que de lo que se trata
es una cualidad personal e intransferible del autor.
Gratamente sorprende que alguien
puda salirse de la literatura puramente psicoanalítica, para hacer
literatura le la otra, logrando así, como un camino en diagonal
que una a ambas.
Pensamos, junto a otros colegas,
que en el escrito psiconalítico se cuenta del desencuentro existente
entre lo que que ocurre y como contarlo. Eso también implica un arte,
y conforma una literatura y una ética. Una literatura que no es literatura
propiamente dicha sino que, la mayor parte de las veces, es historia clínica,
pero para poder trasmitirla se necesita también de arte del saber
narrar.
Que en un psicoanalista se unan
- como hoy es el caso -, las dos vertientes artesanales, nos gratifica y,
por lo tanto, saludamos esa producción, esperando - es una expresión
de deseo -, otras más para deleitarnos.